Esta semana tendrá lugar la III Conferencia
Internacional de Financiación al Desarrollo, en Etiopía. A pesar de haber
realizado grandes esfuerzos por obtener un asiento en el Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas, el Gobierno español ha renunciado a tener representación
ministerial en esta Conferencia, manifestando, una vez más, su falta de
responsabilidad con los compromisos internacionales.
Importantes temas estarán sobre la mesa, entre
ellos la capacidad de establecer un mecanismo que determine la responsabilidad
legal de las grandes corporaciones mundiales en los desastres humanos y
medioambientales, para lo que se prevé una importante oposición de los
gobiernos en aras de mantener y aumentar el crecimiento económico. Por otro
lado, el objetivo del 0,7% de aportación para erradicar la pobreza se aplazará
a 2030 (España está aportando sólo el 0,14%). Los problemas del endeudamiento
insostenible, ahí tenemos el problema de Grecia pero que afecta también a otros
países, será otro de los temas a abordar en esta Cumbre se está proponiendo un
sistema de arbitraje independiente para la reestructuración de deudas soberanas.
Una de las cuestiones prioritarias
será la de plantear nuevos Objetivos de Desarrollo en el contexto de la mayor
crisis del sistema económico capitalista que conoce la historia, resulta
paradójico en estos momentos, no por la revisión que podamos hacer de los
mismos que, con muy pocos avances y todavía muchas cuentas pendientes,
seguirían fijando metas similares, sino porque seguramente seríamos mucho más
exigentes en los planteamientos críticos al sistema económico de liberalización
brutal y saqueo global que durante años ha estado provocando el que más de
1.400 millones de personas vivan en la pobreza y otros 100 millones más vayan a
pasar hambre próximamente a consecuencia de la especulación con los alimentos y
el modelo económico de producción intensiva, mientras los países ricos
protegemos nuestro mercado agrícola. En lo global, mientras nos afanamos por
salvar activos financieros, grandes bancos y multinacionales –con libertad de
movimiento, sin fronteras– en lo que significa el mayor
intervencionismo-socialización mundial de la historia del libre mercado
capitalista, la mitad de la fuerza laboral –sin libertad de movimiento, con
estrictas fronteras– sobrevive con un euro al día, doce millones de personas
trabajan en condiciones de esclavitud, doscientos millones de niños y niñas
menores de quince años trabajan en lugar de ir a la escuela y más de dos
millones de personas mueren cada año a causa de accidentes y enfermedades
laborales. Los derechos laborales no son respetados, siendo derechos humanos
reconocidos y ratificados por la mayoría de países del mundo.
En esta primera etapa de los Objetivos de
Desarrollo del Milenio 2015 para la que los gobernantes del mundo dijeron, por
primera vez en la historia de la humanidad, que esa meta era posible con los
recursos, el conocimiento y las tecnologías que teníamos, y que termina ahora,
el balance presenta más sombras que luces, sobre todo por los retos que se nos
presentan ante el avance de la economía especulativa en detrimento del
bienestar social y el grave retroceso en derechos de los pueblos. La
acumulación de capital sigue teniendo prioridad absoluta sobre la vida humana y
el planeta. En las negociaciones de Addis Abeba se estará arbitrando entre
la vida de millones de personas o el crecimiento concentrado e ilimitado de los
capitales financieros. Cada vez estamos más preocupados por garantizar los fondos
depositados en los bancos por los ahorradores, sean pequeños, medianos o
grandes, y no por los que tienen grandes dificultades para llegar a fin de mes
pagando exclusivamente vivienda y alimentos. Los resultados de esta cumbre pondrán
de manifiesto para quién trabajan los gobiernos.
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