miércoles, 15 de octubre de 2014

LA CARNAZA.-



Todavía no hemos aprendido que cuando nos dan carnaza nos la están colando gorda por otro lado. Sólo es para tenernos entretenidos y que no nos percibamos de lo está pasando, y los poderes reales bien saben lo que al pueblo le gusta la carnaza, incluso la de la indignación con cauces de desahogo y con cuanto más voyerismo mejor.
Mientras olisqueamos entre los apuntes de las tarjetas black a ver qué ropa interior compró un consejero de CajaMadrid  o estamos pendientes de las décimas de fiebre de la enfermera contagiada, como si de parientes gitanos a la puerta de urgencias se tratara, nos cuelan verdaderas y auténticas sangrías como las ayudas fiscales a las empresas del IBEX, el escándalo financiero de ENDESA, el TTIP, …., sin contar que ya casi hemos olvidado que en este país hay hambre y en este mundo muchos problemas acuciantes que resolver.
El capitalismo está lanzando carnaza a la jauría cabreada para abrirse una vía de escape. Y fijaos bien, porque este escape va arrasar de una manera auténticamente bestial.

domingo, 12 de octubre de 2014

EL ESTALLIDO.-




Lejos estaba de suponer, cuando hace ya ocho años comencé este blog, que tan lejos estaba aún el estallido, todavía leve, de la sociocrisis. Tan lejos que en todo este tiempo me cansé de contar desgracias, denunciar macrotropelías y apuntar algunas breves reflexiones. Pero esta ocasión lo merece.
Dos cuestiones recientemente acontecidas han salpicado la conciencia social. Dos asuntos que sin ser ni más ni menos graves que la mayoría de los que han venido ocurriendo han destapado el frasco podrido de la hipocresía acumulada durante tanto tiempo. Me refiero concretamente a las crisis del ébola y a la de las tarjetas black.
En el momento de mayores avances científicos de la historia, descubrimos con asombro y estupor que un virus se nos cuela por los agujeros de las vallas metálicas, se salta las concertinas espinadas de nuestro cinismo y se nos presenta en la propia casa, encontrándonos tan desvalidos que proyectamos nuestro amor a un perro como si en sí mismo encarnase todas las muertes anónimas que se producen en África cada día.
Descubrimos que ese asunto turbio de los Consejos de administración de las Cajas, que muchos sospechaban y otros muchos alimentaban, es un escándalo, y nos lanzamos al charco de la estulticia más cruel del detalle, obviando que todos por acción u omisión hemos sido partícipes y ácidos corrosivos de un sistema que está a punto de derrumbarse. Asistimos con estupor a las declaraciones del “no sabíamos nada” mientras se vendían voluntades propias y ajenas, de los representados, al mejor postor. Y hacemos como que nos lo creemos, para que la caída no sea más traumática aún.
Decididamente, como sociedad somos unos auténticos analfabetos funcionales.