domingo, 23 de marzo de 2014

DE JUEGOS Y PALABRAS.-





Hay reglas sociales fundamentales que no se pueden transgredir: no se puede dialogar o pactar con quien no practica lenguaje alguno, sea del idioma que sea, como tampoco se puede jugar a las cartas, sea al juego que sea, si no respeta las reglas comúnmente establecidas para el mismo. Por muy duro que nos resulte, y de una manera mucho más compleja, esa situación se ha vuelto a dar en este país después de cuarenta años.
Sin entrar a valorar la Constitución que una aplastante mayoría de españoles votamos y acogimos favorablemente hace treinta y seis años, es el lenguaje del que nos dotamos entonces, la regla de nuestro juego democrático. Cambiar tan solo una coma de la misma implicaría un referéndum al pueblo español, y bien lo justifican así los que se oponen al “derecho a decidir” de los catalanes. Aprovechar la mayoría de los dos tercios de la Cámara por los dos grandes partidos mayoritarios para cambiar la Constitución priorizando el pago de la deuda externa sobre todos los demás derechos que otorga el tratado, es dejar de hablar al pueblo, significa romper las reglas. Y esto se ha producido. Gobernar a golpe de Decreto-Ley en las reuniones de los viernes del Consejo de Ministros, con la premeditación y alevosía que muestran los hechos de un BOE sabatino que repetidamente hace templar al pueblo español, es dejar de hablar al pueblo, significa romper las reglas. Cambiar el número de diputados de una jurisdicción electoral para favorecer a un partido político y perjudicar a los demás, es dejar de hablar al pueblo, significa romper las reglas. Saltarse el compromiso adquirido por nuestro país en los acuerdos y tratados internacionales, para esquivar o favorecer, sumar o restar derechos para unos o para otros, es dejar de hablar al pueblo, significa romper las reglas.
 Por muy duro que nos resulte, se han roto las reglas de nuestro juego democrático, que no sólo implicaba meter una papeleta en urna cada cuatro años. Siendo importante este hecho, las reglas democráticas del juego estaban en la participación, la co-responsabilidad del pueblo y el respeto a los derechos fundamentales de nuestra Constitución. Tener que apelar a observadores externos de la OCDE para proteger el básico derecho de manifestación del pueblo español, por dar un ejemplo, significa que no hay participación por los cauces establecidos, ni co-responsabilidad, ni respeto a los derechos fundamentales.
Es inútil tratar de dialogar o llegar a acuerdos con “lo” que no habla y ejecuta, y de esto las mujeres sabemos mucho, como es inútil tratar de jugar un juego en el que previamente “algo” ha roto la baraja. Esto lo saben siempre los pueblos.