sábado, 18 de septiembre de 2010

LA TRAGEDIA DE LOS COMUNES.-

El verano está a punto de acabar y he estado atascada, intentando encontrar en otros mundos alguna solución a éste. Los mundos corrientes, esos de las tripas, el corazón y la luna de agosto, sin olvidar el de los que hacen siempre el agosto y el de otros que mueren olvidados.

Descubrí que las mariposas son de colores, aletean y se localizan en el estómago, alimentándose de palabras, de esas que sirven para cualquiera, de amor, de fe ... y otras cosas de similar estirpe que tienen línea directa con el corazón. Y que las hormigas son negras, rastrean y anidan en el bajovientre, son insaciables y un poco perversas, pero se calman con la razón práctica y el análisis de contenido que les dosifica periódicamente un cerebro entretenido. Pero "Solo en las misteriosas ecuaciones del amor, puede encontrarse alguna lógica", según dijo Nash.

Ahora, de nuevo en la brecha, he descubierto que nos encontramos en un "Equilibrio de Nash". El punto de equilibrio de Nash es una situación en la que ninguno de los jugadores siente la tentación de cambiar de estrategia ya que cualquier cambio implicaría una disminución en sus beneficios. Es la teoría de juegos del novel de economía (1994) John Forbes Nash para los juegos no cooperativos.

La "tragedia de los comunes" es un juego en el que existen n jugadores que hacen uso de un bien común. Todos tienen derecho a usarlo, lo cuiden o no. De este modo tenemos un juego n-personal donde cada jugador tiene dos estrategias: egoísta o solidario, y donde la estrategia egoísta es dominante estricta, es decir, para cualquier perfil de estrategias puras el jugador j puede mejorar su beneficio si elige la estrategia egoísta en lugar de la solidaria. De este modo, el juego sólo tiene un equilibrio de Nash en estrategias puras y es (egoísta, egoísta, ... , egoísta) a pesar de que el beneficio para cada jugador termina siendo mucho menor que si todos hubieran elegido ser solidarios.

El "programa de Nash" para la reducción de todos los juegos cooperativos a un marco no cooperativo constituye la esencia metodológica de la economía de mercado y del sistema capitalista, y me pregunto: ¿Será posible un cambio de estrategia general a partir del cambio de estrategias individuales?.

1 comentario:

Maria C.Rojo dijo...

La complejidad de nuestros comportamientos individuales y del comportamiento social genera modelos distintos a los equilibrios de Nash. No es tan simple como puede parecer. Para que un modelo estratégico sea un equilibrio de Nash deben cumplirse unos requisitos que no se cumplen en muchos casos en nuestra sociedad, estos requisitos son supuestos de fuerte racionalidad entre los participantes como p jem. el que todos conozcan las reglas del juego o que tengan la capacidad práctica de ejecutar sus estrategias. Como bien sabes, estos supuestos no se cumplen en general en el mundo real, y debido a esto precisamente es por lo que la teoría económica vigente ( construida bajo falsos supuestos ) permite obtener incrementos de beneficio a unos pocos aunque la mayoría restante no cambien de estrategia (te hablo en términos del equilibrio Nash, claro, porque en realidad eso es lo que interesa al sistema, que no se cambie de estrategia). Por otro lado también, según un estudio de Robert Axelrod sobre el dilema del prisionero iterativo y un concurso que hizo con muchas personas, se llegó a la conclusión ( la cual para mí tiene bastante lógica también desde un punto de vista evolutivo ) de que la estrategia dominante entre la gente no es el egoísmo sino la de la ley del talión. Consistía en una estrategia colaboradora, dispuesta siempre a pactar, pero justiciera. Si la otra parte le traicionaba una vez, devolvía exactamente la misma medida, otra traición, pero no más que eso. A partir de ahí volvía a colaborar. Justo el ojo por el ojo, pero luego el perdón. Tal línea de acción dio resultados inmejorables. Creaba confianza, porque era de natural colaborador. Era justiciera, pero no rencorosa. Capaz de tratar favorablemente con ingenuos, de castigar en su justa medida a los pícaros, de responder firmemente al ataque de los defraudadores obsesivos y de evitar conflictos con los vengativos. Por supuesto esto no implica que sea la mejor estrategia a la que podemos aspirar. Tratando de responder así a la pregunta que te haces, de nuevo encontramos que en la propia definición del equilibrio de Nash el carácter no cooperativo (unilateral) de cada uno de los participantes es una premisa, pero sólo eso...una premisa, no lo olvides, de tal manera que es posible incluso en un equilibrio de Nash que aparezca una mejora general para todos si de repente se produce un cambio simultáneo de estrategia de varios de los participantes. El comprender cuantos se necesitan, en que medida y como, eso ya son otras cuestiones, muy complejas por supuesto, pero es posible.
Un esquema sencillo para no liarse que planteo en clave de humor negro es el siguiente: el postulado de Adam Smith siempre termina diciendo lo siguiente " (...) los individuos buscando su propio bienestar estarán, sin saberlo y guiados como por una mano invisible, procurando a su vez el bienestar general". Los puntos entre paréntesis del comienzo del postulado representan diversos supuestos, premisas ( que no tienen porque ser válidas, de hecho no lo son en muchas situaciones, siempre es posible escapar de ellas ) modificadas/añadidas a lo largo de la historia, gracias por supuesto a progresos como incluso el teorema de Nash, pero al final todo sigue igual, da lo mismo como adornemos al postulado para aparentar que el progreso científico ha calado en la teoría económica, al final llegamos a la auténtica tragedia colectiva en la que nos encontramos hoy por dos motivos al respecto: a)por no entender que esos malditos puntos son sólo las premisas que los investigadores han decidido establecer en la elaboración de las teorías (con sensibilidad, sin sensibilidad, para satisfacer los intereses de un magnate del petróleo etc..) y b)por la determinación de no cambiar la parte final de dicho postulado en un afán continuo de apostar por el individualismo sin límite, ese que nos conduce a no entender bien la función exponencial y sus peligros asociados.

(Aportado por Mariano Rojo)